
Sacado de: http://www.fotolog.com/liniersenriqueta/45036841
El camión de la basura siguió su habitual recorrido, trazado minuciosamente, en el que despertará a algún soñador, como todas las noches.
La tormenta no amainaba por lo que decidió volver a casa y su acompañante sin pensárselo la siguió, Estrella, que es así como se llama nuestra protagonista, aceptó la compañía y no se demoró más en subir a su hogar.
Abrió la puerta y le pareció diferente, ya no tenía esa extraña sensación y, tener un inquilino en su piso, al fin y al cabo no estaría mal, la soledad de su piso, a veces era aterradora.
Decidió sentarse un rato en el sofá antes de acostarse, cogió un libro y notó como una cabecilla se apoyaba en sus rodillas, una tímida sonrisa brotó de sus labios.
Comenzó a sentir sueño y decidió que emprendería el viaje de los sueños, pues el tiempo no da tregua y mañana tendría que madrugar como siempre, sin excepción alguna.
Luna, decidió llamarla, pues sintió curiosidad de saber si era él o ella, finalmente descubrió que su acompañante era una linda gatita necesitada de cariño y un techo donde dormir para resguardarse de la lluvia que interrumpía sus sueños.
Estrella y Luna decidieron acostarse bajo un cielo color azabache y una lluvia que luchaba por terminar de colorear impasible espectáculo.
Hasta que el sueño le venció no dejó de pensar de quien pudo provenir la llamada, no salió ningún número de teléfono y no se sintió con fuerzas para hacer frente a algún sobresalto más.
A la mañana siguiente el despertador comenzó su singular función, una sinfonía alarmante que marcaba el comienzo del nuevo día.
Decidieron hacer caso omiso del aviso y siguieron durmiendo un rato más, la noche fue corta y necesitaban un par de horas más de descanso.
La alarma de una ambulancia truncó el plácido descanso, desayunaron en la terraza, la mañana parecía sonreírles, y una canción sonó en la radio.
Miró el móvil y tenía otra llamada perdida, sin número, se sorprendió de nuevo pero esta vez su cuerpo no fue recorrido por un escalofrío, hoy todo estaba tintado de un color diferente.
Hoy se apresuraba ser el comienzo de un nuevo mañana.
Se hallaba frente al televisor apagado, no lo miraba, él a ella si, podía ver como todos los objetos de su casa confluían en ella, simplemente le aterraba tal idea, decidió salir a dar una vuelta, cogió las llaves, el bolso, la chaqueta y, finalmente revisó que llevaba encima el móvil; no esperaba ninguna llamada más siempre le acompañaba consigo.
Conforme salió del portal encendió un cigarrillo, estaba inquieta, insegura, no sabía porque aquella extraña sensación se apoderó de su ser, y pensó que las caladas de un cilindro relleno de tabaco, borrarían la escena anterior.
Quería caminar hacia ninguna parte, pero eso con ella no funcionaba, sabía a donde se dirigía, sabía a donde quería llegar, esperaba encontrar asilo, respuestas, confort y comprensión.
Sin pensarlo ni un segundo más decidió ponerse en marcha, la calle estaba solitaria, como casi siempre, no era un barrio transitado en exceso, más bien de pensionistas, amas de casa y algún que otro estudiante.
De repente un gato negro emergió de las sombras, se miraron y aquel animal misterioso decidió acompañarla en su paseo, ella lo agradeció; las pocas personas que decidieron zambullirse en la noche miraban con extrañeza aquella estampa.
Ellos optaron por hacer caso omiso a aquellos ojos que se clavaban en sus figuras difusas y decidieron proseguir su marcha.
Inusualmente su teléfono comenzó a sonar, la extraña pareja se miró y una fina lluvia comenzó a mojar sus rostros, decidieron refugiarse en un portal cercano, cuando el camión de la basura hizo su entrada triunfal de luces y sonidos.