domingo, 9 de diciembre de 2007

Microrelato...



Tenía las manos como el hielo, el corazón caliente y la inspiración estaba de su parte cogió su Hispano Olivetti y comenzó su ritual. El sonar de las teclas era una música armoniosa para ella, le traía buenos recuerdos de la infancia, sus travesuras, sus juegos... ella se sentía una niña envuelta en un cuerpo de mujer, un pequeño detalle le hacía sonreir durante horas, un juego era un mundo para ella y una película infantil un nuevo mundo por recorrer. También sabía que Nunca jamás a veces desaparecía chocando con la fría realidad que palpita con horarios de oficina, como dice la canción. Tenía que contener a esa niña curiosa, traviesa e inocente para hacer frente al mundo real, donde todo vale, donde al fin y al cabo había creado su universo. Donde un enorme oso de gominola era el Rey del Palacio de los Caramelos y ella se lo comería, empezando por los pies, para ser coronada reina de todas las gominolas. Donde cualquier excusa servía para reir, donde una sonrisa era la moneda de cambio. Donde todos vivimos, ese mundo interior que jamás debe caer en el olvido, ese/a niño/a que hace que crecer sea un juego y cada día un motivo más para sonreir.


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