miércoles, 16 de abril de 2008

El retrato de mi vida (II Parte)




Al amanecer del día siguiente apareces ante mis ojos con una imagen muy distinta a la del día anterior, esta vez, no te has engalanado para verme, el revuelo de tu pelo te da un aire más real. Así pues, no tengo más remedio que sonreír, has aprendido por ti solo la primera "regla", las apariencias en mi casa no sirven de nada, ya es suficiente con la oscuridad, a la que a partir de ahora denominaré la mentirosa.

Aquí se entra para desprenderse lentamente de las armaduras y los atuendos que nos separan de los otros, pero no voy a ser hipócritas con vosotros, el cálido ambiente creado por mis huéspedes es lo que permite tal signo de admiración, y la estancia en petit comité la favorece, ¡corred! quedan pocos aposentos asi pues decidid si entrar o no, pues luego será demasiado tarde.

Después de que una vez más mi mente se disipe entre los miles de pensamientos que alberga, me centraré en mi origen que es lo que os ha traído hasta aquí.

Nací un 16 de abril en Francia, hace ya demasiados años, aunque mi aspecto se quedó encallado en un cuerpo de veinteañera, cuando todo comenzó.

He de recordarte que en mi casa la mentirosa utiliza cualquier oportunidad para comenzar a tender un efímero velo que altere la realidad, y no ha de extrañarte si una quimera os envuelve temporalmente, pero no tengas miedo, no es más que un juego de niños.

En fin, comenzaré por el principio, me críe en Francia junto a mis padres y conseguí llegar hasta el bachillerato, pero decidí que a pesar del amor que procesaba hacia mi país me trasladaría a estudiar al país vecino, España, sentía una extraña atracción y, finalmente, conseguí el apoyo de mis padres que tanto sudor me costó.

He de aclarar que no pertenezco a una familia adinerada pero mis notas eran las suficientes para conseguir una de las escasas becas que ofrecía el país.

Tu cara me indica que va siendo hora de desayunar y el sol ya va mostrando su cara más cálida, he de deciros también que podéis pasear y curiosear con tranquilidad aquí dentro de este viejo caserón y por las afueras con total tranquilidad, no estáis obligados a permanecer aquí y cuando creáis conveniente podéis marchar sin temor a represalia alguna. Solo una única advertencia, no intentéis entrar a aquellas puertas que permanezcan cerradas, pues la llave está en mi poder y cuando llegue el momento se abrirán de par en par.


1 comentario:

Un viajante dijo...

Permíteme sentarme a escuchar tu historia, con admirada atención.

Gracias por compartirlo con nosotros, lo estábamos esperando.